ALAS PARA EL TRABAJO COTIDIANO
Claret es muy observador. Pero su mirar y contemplar son misioneros. Hasta de lo que nos puede parecer más sencillo, humilde o insignificante saca una enseñanza. En este día nos propone observar un gallo. En su tiempo era algo común oír el canto del gallo; hoy es para muchos una experiencia extraordinaria.
El canto del gallo es característico. Pero no todos saben que antes de cantar el gallo siempre mueve con fuerza sus alas. Claret sabe que, como el cantar del gallo, su servicio misionero de la palabra es: alabar a Dios con todas las tareas que llevamos entre manos; despertar a los adormecidos por las seducciones de este mundo; avisar de los peligros, ya que muchos viven sin cuidado; proclamar la Buena Noticia en medio de tanta iniquidad; hacer oír la Palabra de Dios más allá de tantos ruidos cotidianos; provocar atención en medio de tantas distracciones.
Pero hay algo que hacer antes de cantar; algo básico para que mi canto sea auténtico, coherente, sostenido. Algo que me lleve más allá de rutinas, cansancios, protagonismos, deseos exagerados de éxito: batir al mismo tiempo las alas del estudio y la oración.
El estudio me ayudará a estar actualizado en mi entrega profesional. Un estudio que me proporcione formación continua e integral de mi persona, que me abra a los signos de los tiempos y de los lugares en que habito. La oración me pondrá en sintonía con el Dios de la Vida. Una oración agradecida por la vocación recibida con todas sus consecuencias, y que me mantenga despierto y me lleve a proclamar con verdad todo mi canto. Claret nos muestra el secreto de su canto misionero, lo que le sostiene y renueva.
¿Cómo es mi cantar de cada día? ¿Qué sentido tiene? ¿Lo preparo con tiempos de estudio y oración? ¿Siento que ellos alimentan y sostienen mi testimonio y mi entrega?
Hoy, Señor, antes de ponerme a cantar para todos con mi autodonación, quiero alimentarme de tu Sabiduría, que me fortalece y me impulsa.