LA GENEROSIDAD NO CONOCE EDADES
Aniversario de la Ordenación Sacerdotal de S. Antonio Ma. Claret
A lo largo de la vida vamos albergando grandes ilusiones y hermosos sueños. Algo de todo ello (poco o mucho) seguro que hemos ido realizando, al menos de un modo parcial. A veces, hay ilusiones y sueños que hemos tenido o que tendremos que resituar. Otras veces, han quedado o quedarán inconclusos. Todo ello, ilusiones y sueños, no es más que el signo de la grandeza de nuestro corazón, de la amplitud de horizontes que pretendemos, de que nuestros corazones siempre desean algo más bello, bueno, justo, verdadero… El niño Antón Claret soñaba con una gran entrega, y vio en el sacerdocio el medio de realizarla; fue ordenado tal día como hay, pero de 1835.
Soñamos e imaginamos a medida de Aquél que nos ha creado, es decir, con amplitud, con grandeza, sin límite ni medida. No soñamos sólo cuando estamos dormimos. También lo hacemos cuando estamos despiertos. Y algunos de esos sueños e ilusiones se van cumpliendo, en mayor o menor medida, mientras dura la vida. Otros, seguramente, han quedado o quedarán como esperanzas frustradas, como utopías irrealizables. A lo mejor es que la expectativa era demasiado grande para nuestras fuerzas débiles, frágiles, limitadas.
Pero todos esos sueños e ilusiones, los que se han cumplido y los que no, han movido nuestros corazones, han elevado nuestra mirada más allá del ras del suelo, nos han empujado a mirar hacia adelante y más alto, también a poner los ojos en el futuro. En una palabra, nos han espoleado a caminar, con los pies puestos en el presente, pero con la atención puesta hacia un horizonte (que siempre ha quedado un poco más allá y que nunca hemos podido alcanzar y conquistar del todo). Las ilusiones y los sueños han dado alas de esperanza, de amplitud y de grandeza, a nuestro corazón. Y quizá ha cabido alguna vez, entre otras muchas preguntas, aquella importante pregunta… ¿Señor, qué quieres que haga? ¿Dónde vives, Señor? Y tal vez también, aunque parecía un desatino y era una locura, te dejaste llevar hacia donde aquella voz te llamaba… ¡Ven y verás!