SIGUIENDO A CRISTO POBRE Y HUMILDE
Claret iba a Roma para ofrecerse a ser enviado a las misiones en cualquier país del mundo. Y buscó en el barco el lugar más humilde y pobre, que, efectivamente, le dio la oportunidad de sufrir. Pagó “el flete de andar sobre cubierta a la parte de proa, que es el más pobre y barato del barco”. Y se dispuso a pasar la noche sentado sobre “un montón de cuerda arrollada”, apoyando la cabeza “sobre un cañón de artillería”. Mientras pensaba en Jesús descansando en la barca sobre el lago de Genesaret, “durmiendo sobre un cabezal” (Mc 4,38), una fuerte ola empapó a Claret de arriba abajo, y le mojó el equipaje: una camisa, un par de calcetines, un pañuelo, la navaja de afeitar, un peine, un pan y un pedazo de queso… ¡que era todo su alimento para los cinco días de navegación de Marsella a Civitavecchia!
Claret vivía en pobreza para que su vida fuera un testimonio contra el afán de riquezas. Contemplaba en los Evangelios cómo Jesús no se ahorraba pobrezas, trabajos ni sufrimientos para cumplir la misión que le había encomendado el Padre en pro de la humanidad, y quería imitarlo.
Por eso, al cabo de los años, escribiendo la “Definición del Misionero”, le salió de su propia vida esta frase: el misionero… “No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas” (Aut 494).
En este tiempo, en que tanta gente busca trabajar poco y ganar mucho, no sufrir nada y disfrutar sin límites, es lógico que “Claret contigo” te pregunte si valoras el trabajo y si llevas bien el sufrimiento inevitable en tu vida cotidiana, siguiendo a Jesús para mejorar la vida de todos.