ORACIÓN APOSTÓLICA
Esta oración es conocida universalmente como la “oración apostólica” del P. Claret. Posiblemente sea una de las más famosas y populares oraciones salidas de su pluma. En ella recoge un doble movimiento: Hacia Dios y hacia los demás.
•“Dios” y “Padre” aparecen unidos en la plegaria claretiana. Esa unión es muy fecunda. Une dos experiencias: La transcendencia divina y su amor misericordioso. Por ello, recitar esta oración despierta en el orante una depuración de la imagen de Dios, haciéndola evangélica. Quien la reza con atención y fe expresa certeramente y alimentan eficazmente su condición de creatura y de hijo.
•Toda la oración está imbuida de gratuidad. En ella no hay ningún rastro de prometeísmo. Por esa razón, justamente detrás de la invocación inicial, añade el verbo “haced que”. Iniciar la súplica de esa forma implica sentido de alteridad y, además, sentido de gratuidad. Lo que se pide se recibirá como don que agradecer.
•Las cuatro peticiones dobles se presentan con cuatro verbos. Unidos señalan un programa de crecimiento espiritual y, a la vez, un programa pastoral: “Conocer, amar, servir y alabar”. Y, hoy como siempre o tal vez más que nunca, necesitamos conocer y dar a conocer a Dios porque Él es el gran desconocido e ignorado. Seguidamente es imprescindible amar y hacer amar a Dios, porque Él, más que amado, suele ser temido y mirado con recelo. Además debemos servirle y hacer que sea servido, porque con frecuencia muchos tienden a manipularle y a utilizarle. Finalmente, la alabanza coral a Dios es cúspide de toda acción pastoral y de todo camino de crecimiento espiritual: La alabanza divina, significada en la liturgia, es la cumbre y meta de la vida cristiana.
La propuesta para ti, que meditas estas líneas, es clara: Reza lentamente la oración apostólica. Detente en cada una de sus cuatro peticiones. ¿Qué tal si la aprendes de memoria? Al menos, la puedes llevar en el bolsillo y rezarla con alguna frecuencia.