Para que los pueblos, provincias y reinos tengan paz, y prosperen, y sean felices, preciso es que cuiden de tener bien encarriladas las ruedas de la obediencia a la Iglesia y al Gobierno civil”.
CLARET Y LA PAZ
La paz en sentido positivo se entiende como sosiego, estado de tranquilidad o quietud y buena relación entre unos y otros, en contraposición a disensiones o disputas. Actitud que pone en el ánimo serenidad y sano relax, opuesta a turbación y pasiones.
En el plano personal, la paz designa un estado interior, exento de sentimientos negativos. La paz social implica entendimiento entre grupos o estamentos sociales. Cuando éste está amenazado, se la define, en negativo, como ausencia de guerra.
Cuando el Antiguo Testamento usa la expresión “paz” (shalôm), lo hace en sentido positivo; como saludo, se refiere a un bienestar material y del espíritu. Se desea el conjunto de bienes mesiánicos; al Mesías se llama “Príncipe de la paz” (cf. Is 9, 6), que viene a anunciarla incluso a quienes no pertenezcan al pueblo de Dios.
En el Nuevo Testamento el término mantiene el sentido dado por el Antiguo, pero con la novedad que nos trae Jesús: Jesús trae la paz, el conjunto de los bienes de la salvación a la humanidad; se dirá que “Él es nuestra paz” (Ef 2,14). El concepto judío se enriquecerá desde la cultura griega, que le añade ausencia de enemigos o contrariedades: “…soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz” (Ef 4, 2).
En la situación mundial globalizada en que vivimos es preciso descubrir la paz como un valor fundamental, indispensable; sin ese sosiego personal y armonía social las múltiples interrelaciones serán destructivas. Sólo esa paz puede aportar prosperidad y felicidad. Y estos bienes humanos deben quedar fecundados por la Paz fruto del Espíritu (cf. Gal 5,22), que hay que pedir con confianza y recibir con agradecimiento.
Oración: Haznos, Señor instrumentos de tu paz:
Señor, haz de mí, un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que lleve el amor.
Donde haya ofensa, que lleve el perdón.
Donde haya discordia, que lleve la unión.
Donde haya duda, que lleve la fe.
Donde haya tristeza, que lleve la alegría…