QUE TE AME Y TE HAGA AMAR
“De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34). Esta máxima de Jesús puede aplicarse perfectamente a Claret. Leyendo y releyendo sus escritos, aparecen de manera espontánea estas expresiones salidas del buen tesoro de su corazón en que expresa su intensa relación filial para con Dios, el Padre, y su profundo deseo de que él sea por todos conocido, amado y servido.
Evidentemente, se trata de un conocimiento experiencial, cultivado en la oración y en la lectura meditativa de la Palabra. Según Jesús, éste debe ser el alimento diario y abundante de nuestro corazón, para que pueda rebosar paz, bondad, perdón. Y de aquí surge la pregunta sobre qué es lo que realmente alimenta nuestra vida.
En una época en que nos preocupamos tanto (¡y no tiene nada de malo!) para que nuestro cuerpo reciba una alimentación saludable, de ninguna manera podemos olvidar el alimento de las otras dimensiones de nuestro ser. La espiritualidad, la fe, la relación con Dios… necesitan ser alimentadas; de lo contrario viene la anemia y la atrofia. Vale la pena tomarnos en serio que el ser humano no vive sólo de pan material, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios y que alimenta nuestro ser interior (cf. Mt 4,4).
Vale la pena también dedicar el tiempo y el esfuerzo necesario a saciarnos con el alimento que puede ofrecernos la vida auténtica (cf. Jn 6,27). Y saberlo buscar directamente en su fuente: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed” (Jn 6,35). Las personas que, como Claret, supieron alimentar la propia vida en la escucha y relación personal constante con Jesucristo nos ofrecen el mejor estímulo para ir en la misma dirección.
¿Me preocupo por cuidar y nutrir correctamente mi vida interior, mi “corazón”? ¿Dónde busco el alimento que da sentido a mi vida y a mis quehaceres?