Al acercarnos a la Navidad de 2017 con alegría y esperanza, profundicemos en nuestra comprensión del misterio de la encarnación con un corazón contemplativo formado en la fragua del Corazón de María. No hay mejor preparación que la que su Inmaculado Corazón dispuso para que la Palabra se hiciera carne y habitara entre nosotros. Nuestro corazón misionero necesita la sensibilidad del Corazón de María para acoger la Palabra de Dios y convertirse en testigo y mensajero de la alegría del Evangelio.
El evento de la encarnación trastorna las prioridades e intereses humanos y nos invita a hacer un cambio de sentido en ese camino que nos conduce imprudentemente hacia el auto-engrandecimiento humano y la gloria personal. En el XXV Capítulo General decidimos ser una Congregación “en salida” (MS 66). La encarnación es la clave para entender lo que significa “en salida”. El amor auto-vaciado de la Trinidad es la fuente de “Dios en salida” al “tomar la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2,6-7). Mientras que el rechazo humano empujó a la pareja de Nazareth a la esquina de un establo en Belén, las bestias y los demás animales se hicieron a un lado para dar lugar al nacimiento del bebé. Incluso las estrellas guiaron a los magos que buscaban llegar al pesebre en las periferias de Belén para adorar al recién nacido Príncipe de la Paz. ¡De hecho, el mayor evento de nuestra historia tiene lugar en armonía y cooperación eco-cósmica!
La Navidad es la celebración del primer envío, el terreno de cada envío misionero en la Iglesia. El envío del Hijo de Dios y su hacerse uno entre nosotros han transformado nuestra historia humana. Nuestros misioneros que se encuentran en diversas periferias son capaces de aceptar las demandas de inculturación y entrar en la vida de las personas al hacer presente la dinámica de la encarnación en sus vidas y su misión. La celebración de la Navidad se vuelve real cuando crece la alegría y la esperanza entre la gente, en cuanto los misioneros llegan a esas periferias geográficas y existenciales del sufrimiento humano. En Navidad, pienso en nuestros misioneros que son portadores de alegría y esperanza en diferentes rincones del mundo en medio de las dificultades. Ellos han dejado sus hogares para estar presentes donde Dios quiere una Navidad. Sí, un misionero hace suya la respuesta del Hijo de Dios a su envío: “Aquí estoy, Señor, envíame” (Is 6,8).
No hay Navidad si permanecemos encerrados en nuestras zonas de confort y nos aferramos a nuestros pequeños círculos sociales. Ungido por el Espíritu Santo, un misionero va en salida para compartir un hogar con aquellos que están sin hogar y aquellos privados de su dignidad y su valor como hijos de Dios. Espero que la Navidad de este año nos impulse a ver el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas que nos rodean con el corazón de Dios. Renovemos nuestra disponibilidad misionera para ser enviados en misión con los sentimientos del Hijo, Emmanuel, Dios-con-nosotros.
¡Deseo a toda la Familia Claretiana, amigos y colaboradores una Navidad muy alegre seguida de un Año Nuevo lleno de gracia!
Mathew Vattamattam cmf
Superior General