Nemi. Italia. 21 de agosto de 2021. La primera semana de nuestro XXVI Capítulo General ha transcurrido según lo programado. Hoy iniciamos la jornada cantando y sabiéndonos pueblo de Dios que camina con esperanza y, aunque a veces vacilante, con fe en que nos basta su gracia. Hicimos memoria de san Pío X, quien también miró con ojos de padre al pueblo, permitiendo su participación en la celebración eucarística y la comunión frecuente. Asimismo, tuvimos presente en el corazón y en la memoria la crisis humanitaria que azota diversas partes del mundo.
A medida que nos adentramos en los análisis de los procesos de transformación de nuestra congregación, vamos descubriendo más lo vulnerables que somos. Siempre ha sido así. Pero esta vulnerabilidad nos fortalece porque nos hace más capaces de ir unos hacia los otros, tanto aceptando nuestra necesidad de los demás como atendiéndonos recíprocamente. Así, la mañana estuvo dedicada a revisar las grandes líneas de nuestro segundo proceso de transformación, «siendo comunidad de testigos y mensajeros», a saber: la animación y el acompañamiento; la vida comunitaria; la responsabilidad, la rendición de cuentas y la transparencia; el gobierno y los procesos de discernimiento; la dimensión intercultural y la misión universal; los protocolos de protección de menores y adultos vulnerables y la coordinación de la Familia Claretiana.
Por la tarde nos ocuparía un tema crucial en nuestro estilo y opción de vida: la economía. Ciertamente hemos tenido claro desde el principio que en nuestra organización y gestión económica ha de privar nuestra razón de ser en la Iglesia, es decir, la misión. Por ello, P. Antonio Bellella, en nombre de la Comisión de Economía y de toda la asamblea capitular, ha agradecido la ardua labor del Ecónomo General, P. Manuel Tamargo y todo su equipo.
Concluimos el día y la semana con la oración preparada por nuestros hermanos de la provincia de Fátima, acompañados de Jesús, con la plegaria en los labios y en el corazón, cansados de la extenuante jornada, cargados de inquietudes, pero confiados en que Su presencia no dejará que se encoja el ánimo ni el tesón.
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