Madrid, España. «En la presencia de Dios siento que es hora de comenzar de nuevo», pronunció a modo de oración el recién ordenado sacerdote Charles R. Rolón al término de la celebración el pasado 16 de julio en el Santuario del Inmaculado Corazón de María de la calle Ferraz, en Madrid. Fecha que es siempre para nosotros, los Misioneros Claretianos, un día de gran gozo y significado, pues es el día en que nacimos como Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, recuerdo agradecido que invita por tanto a la bendición. Este año, la ordenación sacerdotal a la que fuimos invitados multiplica esos motivos que nos hacen dar gracias a Dios.
«Estos días atrás he vuelto a pasar por el corazón tantos lugares, tantos rostros, tantos momentos llenos de recuerdos que no puedo sino pensar que Dios ha estado allí siempre, esperándome y preparándome», manifestó Rolón. La nueva etapa misionera que acaba de iniciar el joven religioso claretiano, ordenado y ungido por la fuerza del Espíritu, es resultado de una vivencia probada al crisol de la enfermedad, aquella que le hizo llegar a pensar que la ‘hermana muerte’ rondaba a su alrededor, dispuesta a segar su vida. Entonces, sabiéndose frágil y más limitado que nunca, «sentí vivamente el alcance de la fuerza transformadora de la gracia de Dios», admitía. En aquellos momentos ni él ni el equipo médico que le acompañaba sabían lo que iba a suceder. Hoy se siente felizmente recuperado. «Lo que perdí entonces por el miedo, ya lo he ganado en amor», exclamó exultante. Y añadió: «Por todo lo que he pasado, gracias, Señor.
A todo lo que venga, que mi respuesta sea: Fiat, sí, hágase, Dios mío».
«Hemos bendecido muchas veces a Dios Padre por ti, por tu vocación, por la Iglesia que te vio nacer y crecer», concedió sinceramente el Superior Mayor de la provincia de Santiago, Pedro Belderrain, en el espacio que deja la liturgia para la acción de gracias. Sus palabras encontraron eco en las del propio Charles, que en diversas ocasiones y de distintos modos ha dejado constancia del cariño de tantos que, ya sea desde el origen de su vida misionera, en su Paraguay natal, o en el posterior recorrido de esta, en Aranda del Duero, en Segovia, en el Seminario claretiano de Colmenar Viejo o en las distintas comunidades claretianas con las que ha convivido en Madrid, han compartido su vida con él, rodeándole de cuidados y apoyándole con la oración. «Sin ella, tal vez no hubiera salido adelante», rememoró.
«Llegaste a España recién profeso –dejó también dicho el P. Provincial– como un muchacho tímido que se atrevía a cruzar el océano para anunciar el Evangelio […] Y esta tarde, sin buscarlo, Charles, has congregado a hermanos misioneros del Norte y del Sur, de todo tipo de servicio y ministerio, de sensibilidades muy diversas. ¡Gracias de nuevo!», exclamó.
No en vano, la ceremonia fue retransmitida a través de internet, llegando a ser vista desde diversos países de hasta tres continentes. Una muestra, sin duda, de una vida claretiana llamada a ser semilla de unidad, de encuentro y de alegría.
Por otra parte, la ordenación contó con la presencia en Madrid de un nutrido grupo de claretianos llegados de diversos puntos de la provincia, así como la del Vicario General, el P. Gonzalo Fernández Sanz, y de otros religiosos de distintas provincias claretianas, incluida la de San José del Sur. Haciendo presente a la Iglesia Universal, también se pudo contar con el Card. Aquilino Bocos, y por parte de la Iglesia que peregrina en Madrid, con el vicario episcopal para la vida consagrada, el P. Elías Royón. Una mención especial en forma de un entrañable aplauso, a petición del propio Charles, recibieron los miembros del equipo médico que durante estos últimos meses le trataron en su enfermedad y que también quisieron acompañarle en el día de su ordenación. «Ellos salvaron mi vida. Rescataron mi vida de la muerte», expresó Rolón conmovido.
Mons. De las Heras, obispo y Formador
«Las circunstancias en que nos vemos inmersos tras la irrupción de la pandemia hablan de un continuo cambio de planes», introdujo en su homilía Mons. Luis Ángel de las Heras, misionero claretiano y obispo de cuyas manos Charles recibió la ordenación sacerdotal. «Pienso que es una de las lecciones positivas que vamos aprendiendo en este tiempo, este ir descubriendo dónde está lo esencial de cada historia, a la vez que aprendemos a despojarnos de algunas cosas prescindibles».
«Hoy, viendo tu historia, Charles, podemos cantar contigo ‘el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres’».
«Todavía recuerdo -continuaba De las Heras, antiguo Formador de Rolón en su etapa en Colmenar Viejo- a un seminarista adolescente, apoyado en la pared, escoba en mano, una mañana que preguntaba si podría ser misionero fuera de su tierra. Pues esa ‘grande obra’ que comenzaron nuestros fundadores hace 172 años, se prolonga con esta Acción de Gracias al Señor». «Así, -proseguía el obispo claretiano-, con los planes cambiados, celebramos hoy esta cita del Espíritu, este acontecimiento que es motivo de alegría al saber que tus anhelos más profundos están modelados por la voluntad de Dios. A tanta gente la inquieta que la voluntad de Dios le estropee la vida cambiándole los planes, cuando, en realidad, la voluntad de Dios solo arregla vidas».
Primera misa
Pasados dos días, el primer domingo tras la ordenación, el P. Charles Rolón celebró su primera eucaristía con la comunidad parroquial. Y en ella puso de relieve su deseo de compartir con cada uno de los presentes -también aquellos que se conectaron nuevamente desde la distancia gracias a la retransmisión ofrecida- este don tan especial que tan recientemente había recibido, «el haber sido ordenado para servir al pueblo de Dios». Así, en su primera homilía, hizo memoria de su experiencia y vivencia personal, «como un sincero testimonio de fe a partir de mi historia vocacional».
«Mi identidad misionera nació de un encuentro personal. Surgió a través del contacto con el evangelio de Dios. Mi vocación se fue fraguando desde la formación inicial y se fue consolidando como la propia de un misionero claretiano», comenzó. «Debido a que sentí esta llamada, dejé mi propia tierra, amigos, familia y conocidos», relató.
Gracias a aquel entusiasmo de entonces hoy se recoge el fruto bajo la forma de una enorme pasión sacerdotal; en su caso, la envuelta en la generosidad de aquel que solo quiere seguir las huellas de Cristo en las de Claret. «A pesar de mis altibajos, Dios sigue fortaleciendo mi vocación claretiana», apuntó en este sentido. Para ello, «es sumamente importante el apoyo familiar y congregacional». «La vocación no se construye a solas, sino a través de estímulos externos y estando siempre en actitud de apertura a Dios», concedió.
Por último, «tal como nos presenta el evangelio de este domingo, hay una invitación que nace del corazón de Dios», exhortó Rolón.
«Se nos invita a encontrar un sitio tranquilo, sosegado y a descansar junto al Señor. Acojamos esa invitación. Muchas cosas agobian a las personas: el nerviosismo, las prisas, los afanes, los negocios…y nada nos proporciona la armonía que buscamos. Necesitamos descansar, descansar junto a Dios. Sólo desde él nos puede venir esa paz y esa quietud. Este es el mensaje. Abramos nuestro corazón para acogerlo», finalizó.
Tomado de © Misioneros Claretianos Provincia de Santiago
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