LOS CAMINOS DE DIOS
En la espiritualidad católica del siglo XIX se acentuaba mucho la confianza en la providencia de Dios y se aspiraba a vivir siempre en la presencia de Dios cumpliendo su voluntad. Todo lo que sucedía se veía como “voluntad de Dios”; se estaba aún lejos de la “sana secularidad” admitida prudentemente por el Vaticano II.
Claret vivió esa espiritualidad como hombre de su tiempo, y en todas las etapas de su vida se esforzó en mantener viva la presencia de Dios y en cumplir su voluntad. Claret contaba con Dios para todo, y le agradecía sus dones y también las persecuciones y calumnias que tuvo que sufrir.
En todo eso hay un ‘mensaje oportuno’ para nuestros días, porque los progresos de las ciencias y de la tecnología, la autonomía de las llamadas “causas segundas” y el lógico proceso de laicidad de la vida, así como el sistema neoliberal consumista vigente, nos llevan a no contar con Dios para nada.
Pero no tenemos que volver a la espiritualidad del siglo XIX. En nuestro siglo XXI, el referente de toda espiritualidad cristiana es Jesús con su Evangelio de vida digna y justa, filial y fraterna para todos. Una espiritualidad de superación de las injusticias y de las crisis y sufrimientos que “no son voluntad de Dios”, sino consecuencia del egoísmo, la avaricia y la injusticia humana.
Dios se humanizó en Jesús para crear un mundo de mejores relaciones entre las personas, entre los pueblos y con la misma naturaleza. Y para crear ese mundo, el Dios de Jesús cuenta con nosotros, es responsabilidad nuestra. Él nos ama y nos necesita.
¿Contamos nosotros con Dios? ¿Conocemos y asumimos su proyecto de vida?