DIOS QUIERE QUE EL HOMBRE VIVA
El P. Claret hace alusión con esta frase al cometido fundamental que tiene como misionero apostólico. El tema de “la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas” configura el quehacer misionero del santo. Aquí lo deja ver. Dios, para salvar, lo primero que hace es crear; crea el orden natural para divinizarlo. En el acto creador ya está en marcha el acto salvador; particularmente la aparición del hombre, portador del “aliento de Dios”, es el inicio de la marcha hacia el “Punto Omega” de la recapitulación de todo en Cristo. Teniendo al hombre en medio, el mundo queda humanizado y semi-divinizado. Dios encarnado en Jesucristo intenta liberarnos de actitudes egoístas o autosuficientes y de abrirnos al inabarcable proyecto de Dios sobre el hombre y sobre el cosmos.
El evangelio se nos transiten aquella palabras de Jesús “si tu hermano peca, corrígele a solas; si no te hace caso, lleva contigo uno o dos testigos; si no los escucha, llévalo ante la comunidad; si a ésta no escucha, tenlo por gentil o publicano” (Mt 18,15-17). Y ya sabemos cuál era la actitud de Jesús con gentiles y publicanos: iniciar el anuncio misionero. La exhortación de Jesús es, en definitiva, a hacer cuanto esté a nuestro alcance porque el hermano no se pierda.
Claret inculca al simbólico “misionero Teófilo” el encargo que ha recibido de trabajar por el bien de sus hermanos; y para ello pondera el indecible valor de éstos: si Cristo hizo por ellos cuanto sabemos, la obra redentora, a nosotros nos toca mirar con los mismos ojos y entregarnos con su misma entrega. Él dice cómo, por predicar la palabra de salvación, no tenía reparo en ir a ciudades o atravesar lugares donde su libertad o incluso su vida peligraban (cf.Aut 456-459). ¡El hermano valía más!
¿Qué intereses fundamentan nuestro servicio apostólico? ¿Asumimos con alegría los retos, los sufrimientos, los fracasos que trae consigo el testimonio evangélico?