TESTIMONIO IRREFUTABLE
La gratuidad es una experiencia que hoy pareciera estar faltando. Muchas voces amables aparecen en nuestras líneas telefónicas, en los mensajes de texto y de otros modos, invitándonos a suscribir y adherir a todo tipo de ofertas tentadoras que nos harán la vida mucho más fácil y placentera: “¿En qué puedo ayudarle?”. Pero detrás de cada oferta hay mucho interés económico y se mueve toda una economía no siempre limpia.
Cuando alguien se acerca a nuestras vidas en plan solidario, nos cuesta confiar, ya que también se han incrementado las redes de trata de personas, de embaucadores de diversa índole y, sobre todo en las grandes ciudades, reina un clima generalizado de desconfianza. No obstante, el panorama no es tan sombrío, porque hay numerosas organizaciones humanitarias y religiosas que prestan servicios gratuitos e intentan crear una forma alternativa de relaciones sociales.
El P. Claret nos habla de su evangelización por medio del reparto de millares de libros, folletos, opúsculos y estampas, reparto siempre gratuito, elocuente signo de que la “política de servicio al Reino” es diferente. El haber diseñado todo un plan para que la literatura cristiana llegara a las masas es algo muy aleccionador para nuestra época.
Cuántas veces ocurre que muchos proyectos de difusión de la Palabra de Dios u otras iniciativas pastorales no prosperan o no avanzan suficientemente por la carencia de bienes destinados a su elaboración, sustento y propagación. Queda pues la invitación a reforzar una cultura de la solidaridad abocada a poner todo lo mejor de cada uno y de cada comunidad para el servicio evangelizador.
Tal vez, la última consideración podría quedar resonando en tus oídos y podrías comentarla con los cercanos: cómo idear modos gratuitos de extender todo lo bueno, en definitiva el Reino, en nuestra sociedad.