DEJAR QUE DIOS NOS HAGA
Esta imagen, que es una de las muchas que emplea Claret en sus reflexiones y comentarios, ha trascendido más que muchas otras, pues refleja uno de los aspectos más centrales de la espiritualidad del santo. En nuestra cultura urbana actual, muchos estamos ya alejados de la riqueza de imagen que proporciona la fragua en el taller del herrero.
La imagen puede sugerir cierta violencia, en una primera lectura, porque hace referencia a los golpes de martillo. Sin embargo, estos golpes no son destructivos por dos razones. En primer lugar, el director y su ayudante son conscientes de que la materia que golpean es una barra de hierro; lo hacen con la seguridad de la resistencia del metal. En segundo término, también es de considerar que los metales rígidos sólo pueden ser moldeados y modificados con el fuego abrasador y con los firmes golpes de la herramienta.
El calor, en la figura que desarrolla Claret, es imagen del amor de Dios y de María que precisamente hacen más “suave” la no tan fácil experiencia de transformar nuestro corazón, pues nos muestran el horizonte hacia el que vamos, que es la santidad a la que el Padre nos convoca.
Somos, pues, invitados a ponernos confiadamente en manos del Señor, para que Él cálidamente nos transforme. Jesús vino “a traer fuego a la tierra” (Lc 12,49); y utilizó también las imágenes de “la puerta estrecha”, “cargar la cruz” y otras. En este caso, Claret añade imágenes nuevas, que representan esa realidad tan hondamente evangélica.
Una buena sugerencia será poder trazarnos itinerarios de crecimiento personal, que favorezcan nuestra docilidad a lo que el Señor nos pide, nuestra maleabilidad a la forma que él quiera darnos, y que nosotros aceptamos con decisión y confianza. ¿Qué grado de confianza y liberad dejamos al “alfarero divino” que quiere modelarnos?