PRUDENTES COMO SERPIENTES
El ser humano es social por naturaleza, tiene a formar grupo bajo las formas más variadas. Es natural que se formen grupos por afinidad política, cultural, religiosa… Incluso uno de los elementos que más ha ayudado al crecimiento de la humanidad es la existencia de la diversidad de tendencias y orientaciones en las comunidades humanas.
El problema surge cuando las opciones se tensionan y llegan a todo tipo de confrontación. Si miramos con atención, percibimos que toda la historia de la humanidad ha estado caracterizada por guerras y enfrentamientos de toda índole. Muchas guerras han sido “civiles”: entre los miembros de una misma nación.
El texto del Padre Claret que hoy comentamos narra justamente las dificultades que se le planteaban a la hora de anunciar la Buena Noticia de Jesús, en medio de una guerra entre conciudadanos. Su preocupación fundamental era que la Palabra de Dios llegara a todos, para lo cual era indispensable que él no se manifestase partidario de ninguno de los grupos contendientes. Esto es lo que cuidaba; su seguridad personal no le preocupaba especialmente.
Para que, en una situación así, el contenido no se pierda, es necesaria una especial habilidad por parte del predicador, que sin dar la impresión de estar a favor de unos y en contra de otros, no puede mostrarse indiferente ante el sufrimiento de todos. Nuestro mensaje, sin ser ingenuo o desentendido de la realidad, tiene que estar a favor de los más débiles (cf. Mt 25, 31-46), pero sin exacerbar divisiones que no conducen a nada.
Quizá pocas veces nos toque estar en medio de una guerra, pero frecuentemente debemos transitar entre conflictos, enfrentamientos y divisiones. Será menester no olvidar nuestra misión de anunciar un Evangelio de reconciliación y paz, y favorecer toda iniciativa de diálogo.
¿Me ha tocado abordar alguna situación especialmente conflictiva? ¿Qué medios me han resultado más eficaces para lograr una conciliación entre los contendientes?