DIOS AMA AL MUNDO
Ni Claret ni nadie ha podido elegir la época en que le hubiera gustado vivir. Ni le fue posible controlar las crisis sociales o eclesiales desencadenadas por la política del siglo XIX. Tampoco en los últimos años hemos podido evitar la crisis que alcanza de una forma u otra a buena parte de nuestro mundo.
Ante estas situaciones podemos lamentarnos, podemos dejarnos llevar por el miedo, o quedarnos quietos e inoperantes esperando a ver qué pasa… O podemos entender y vivir que el tiempo que Dios nos ofrece es el único que tendremos y la gran oportunidad que se nos brinda para andar por la vida haciendo el bien (cf. Hch 10,38). Las posibilidades son muchas, desde el egoísmo más extremo hasta la generosidad más altruista.
Salvada la distancia de tiempo y de cultura, la actitud de Claret ante el mundo sigue siendo un ejemplo, especialmente cuando nos habla de la importancia de estudiar y conocer bien la sociedad a la que tiene la vocación de evangelizar (cf. Aut 357). Ni él ni nosotros vivimos fuera del mundo. Y se trata del mundo y de las personas a quienes Dios ama tanto que envió a su Hijo para que todos podamos vivir con la dignidad que sólo él puede ofrecernos (cf. Jn 3,16).
“Van a suceder novedades”, escribía el Claret confesor real. Ni él ni nadie podía prever exactamente cómo y cuándo llegarían estas novedades. Lo que sí hizo, y su ejemplo nos invita a hacer, es ser conscientes de en qué mundo estamos viviendo, qué tipo de sociedad va emergiendo en la actualidad. Y preguntarnos cómo podemos hacer visible el amor de Dios en el mundo y la sociedad de hoy y del mañana.
¿Comparto plenamente la visión de Jesús de que Dios mira al mundo y a todas las personas con amor? ¿Cómo se traduce esta convicción en mi vida concreta?