OJOS PENETRANTES
En la España de los años 60 y 70 del siglo pasado se hizo muy popular una canción que decía: “¡Qué nos importa toda esa gente que mira a la tierra y no ve más que tierra!” (Raphael). Una leyenda cuenta que Francisco de Asís paseaba por el campo tocando hierbas y flores con un bastoncito y diciéndoles que cantasen más suavemente.Se pueden tener diversos tipos de mirada hacia lo que nos rodea, al planeta que habitamos. Existe la mirada utilitaria, la científica, la poética… y la teológica. Pueden ser compatibles entre sí, y enriquecerse mutuamente, pero sólo la última nos permite asomarnos al hondón de lo real: también de la creación puede decirse que “en Dios vive, se mueve y existe” (cf. Hch 17,28). Según el pensamiento bíblico, el universo viene de Dios, el cual “vio que era muy bueno” (Gn 1,31), y se dirige hacia Dios, a participar de su misma gloria; está gimiendo por ello (cf. Rm 8,22). Camina hacia “el punto omega”, dirá más recientemente Teilhard de Chardin.San Juan de la Cruz contemplaba en las criaturas la hermosura misma de Dios: “Yéndolas mirando, / con sola su figura/, vestidas las dejó de su hermosura” (Cántico Espiritual); y filósofos creyentes han visto en ellas a Dios mismo. El panteísmo se considera desviación, pues la creación es limitada y Dios no puede serlo; por eso se ha matizado diciendo que “el panteísmo es el error más cercano a la verdad”. Creo que se atribuye a Pascal la aguda expresión: “en una gota de agua hay mucho más de Dios que de agua, aunque la gota de agua no es Dios”. En los últimos lustros se viene subrayando un deber del hombre ante la creación: el respeto y la responsabilidad. La sana ecología es una actitud creyente y ética. No podemos hacer cualquier cosa con el cosmos, pues pertenece a la generación siguiente y debemos entregárselo sano y hermoso.¿Percibo yo en universo un reflejo de la belleza de Dios? ¿O vivo quizá algún “espiritualismo desencarnado”? ¿En qué se nota mi responsabilidad ecológica?