CORDEROS EN MEDIO DE LOBOS
Jesús envió a los setenta y dos discípulos a anunciar el Evangelio diciéndoles que irían como “corderos” en medio de “lobos” (Lc 10,3). Seguramente la frase refleja experiencias de hostilidad padecidas por el mismo Jesús. Lo importante, sin embargo, es que Jesús nunca renunció a su mansedumbre: fue siempre “cordero” y nunca “lobo”.
Algo semejante apreciamos en la vida del P. Claret. Es la convicción, llevada a la práctica de cada día, de que el Evangelio no puede imponerse por la fuerza sino solamente a partir del testimonio coherente de vida del que lo propone. Claro que esto supone un riesgo, porque siempre habrá un “lobo” que quiera devorar al que vive y actúa como “cordero”. Pero es que, si todos somos “lobos”, vamos a la destrucción total. Ser testigos del Evangelio al estilo de Jesús es estar convencidos de que la única fuerza que tenemos es la de la Palabra, que, al ser de Dios, contiene en sí misma la fecundidad de la semilla que, al morir, hace brotar nueva vida (cf. Mc 4,26-29).
Vivimos en un mundo fuertemente competitivo, donde a veces no hay oportunidad para los más frágiles. Y por eso a veces se torna también violento. Violento por acción (está lleno de luchas armadas) y por omisión (estamos dejando en el hambre o en el subdesarrollo a millones de personas). Si de verdad queremos ser testigos del Evangelio, el único camino que tenemos es mostrar con nuestra vida que hay otra forma posible de existir y de relacionarnos con los demás.
A Claret también le ocurrió como a nosotros muchas veces; que el cansancio o el desánimo parece que nos vencen (“Y me parece que habría sido para mí mejor el morir que el tener que vivir presenciando lo que pasa y pasará”). Nuestra vida fraterna, la escucha atenta de la Palabra, la unión con Cristo a través de una intensa vida de fe, tienen que ser el antídoto contra el desánimo o el pesimismo.
¿Cómo me sitúo ante lo negativo que hay en el mundo? ¿Sigo manteniendo la esperanza y procuro ser sembrador de paz?