TODO LO PUEDO EN AQUEL QUE ME DA FUERZAS (Flp 4,13)
La vocación de Claret fue predicar el Evangelio. Se sintió identificado con Cristo evangelizador que recorre pueblos y aldeas en compañía de la comunidad de discípulos. “Quien más y más me ha movido siempre es el contemplar a Jesucristo cómo va de una población a otra, predicando en todas partes…” (Aut 221).
Es imposible contemplar a Jesucristo evangelizador sin percibir inmediatamente que fue perseguido. No sólo se intentó neutralizar su palabra, sino que algunos se propusieron eliminarle (cf. Lc 13,31; Jn 11,50). Claret lo expresa así: “¡Qué persecuciones!… Fue puesto por signo de contradicción, fue perseguido en su doctrina, en sus obras y en su persona, hasta quitarle la vida…” (Aut 222).
¿Cómo es posible ir gustoso a predicar, cuando uno sabe que la propia vida corre peligro? O, ¿qué es lo que hace posible superar el miedo? Cuando el P. Claret nos cuenta que su modelo evangelizador era el propio Jesús, los apóstoles y profetas que hablaron en nombre de Dios y los santos y santas que más se dedicaron a la propagación de la Palabra, concluye diciendo: “se encendía en mí un fuego tan ardiente que no me dejaba estar quieto. Tenía que andar y correr de una a otra parte, predicando continuamente…” (Aut 227). Ese “fuego” era más fuerte que las amenazas y riesgos.
Se sintió tan identificado con la experiencia del evangelizador Pablo que adoptó como lema episcopal su conocida expresión: “El amor de Cristo nos apremia” (2 Co 5,14). Y también con la de Jeremías, para quien “la Palabra de Dios era fuego en mi corazón, prendido en mis huesos” (Jer 20,9). Esto le hizo vencer todas las resistencias.
Las dificultades que encuentro en la vivencia o en el testimonio de la fe, ¿me hunden en el desaliento o son ocasión privilegiada de crecimiento en pasión evangelizadora? ¿Dónde encuentro las fuerzas para superar los temores?