ENTREGA ABSOLUTA
Se llaman jaculatorias aquellas formas breves de oración con las que, desde muy antiguo, los creyentes se han dirigido a Dios en las más diversas circunstancias. Muchos se han beneficiado con la propuesta del célebre libro del Peregrino ruso. Por su parte, el P. Claret consideraba las jaculatorias como “los respiros del alma que ama a Dios” (cf EE p. 89). Significaba así la brevedad, la frecuencia, la vivencia intensa de un momento, con la variedad de deseos, actitudes o sentimientos con que podemos elevar el corazón al Señor, ya sea desde nuestras propias vivencias, ya desde las necesidades del prójimo.
Siempre se las ha considerado como una forma de santificar nuestra jornada, ofreciendo al Señor las obras que vamos abordando, o bien, las dificultades que encontramos. Claret buscaba que este su ofrecimiento se uniera al de Jesús en el sacrificio eucarístico y se valía con frecuencia de las muchas pequeñas oraciones que encontramos en los evangelios. Son dos formas, a través del sacramento y de la palabra, de reiterar nuestra comunión orante con Jesús nuestro Maestro.
Actualmente, con la abundancia de información que recibimos en tiempo real, podemos recogerlo todo en una breve elevación de acción de gracias o de súplica que se vuelque sobre la realidad de nuestro mundo: así viviremos, desde nuestra pequeñez, en comunión ecuménica y misionera con toda la humanidad en sus gozos y esperanzas, sus alegrías y dolores, manteniendo vivo nuestro amor por este mundo que “Dios ha amado tanto”. Y de esta forma, al ser nuestra oración diálogo con Dios, incorporamos en esta comunicación el clamor de la creación entera de que hablaba san Pablo (cf. Rom 8,22).
Tal vez el trajín de las propias actividades diarias signifique para ti dispersión interior. ¿No has pensado que, en ese contexto, tus pequeñas súplicas o alabanzas pueden ayudarte a enriquecer tu unidad íntima con Dios y a dar nueva calidad a tu relación con el propio entorno?