“El alma que con la meditación no se remonta en alas de la fe hasta el Criador de estas cosas, que es más hermoso que todas ellas… el alma a quien la oración no le ha proporcionado jamás (porque no la ha hecho) la fruición anticipada de los deleites infinitos del cielo, está indefensa contra los atractivos de las bellezas terrenas; pasando de un ídolo a otro, acabará por adorarlo todo menos a Dios… como consta por la experiencia de todos los siglos y se lee en las historias. El culto de la carne, cuando no es el principio de los extravíos del entendimiento, es siempre su consecuencia”. Carta ascética… al presidente de uno de los coros de la Academia de San Miguel. Barcelona 1862, p. 25
ADORAR AL DIOS VERDADERO
Isaac Newton dijo: “Puedo coger mi telescopio y escrutar millones de kilómetros en el espacio, pero igualmente puedo aislarme en mi habitación y acercarme más al Dios del cielo con la oración que con todos los telescopios de la tierra”. La oración y la meditación bajan el cielo a la tierra o, mejor, por su medio llegamos más cerca de Dios.
La presencia providente de Dios se halla en toda la creación y quien lo busca lo encuentra en todo, porque Él está en todo lo que ha creado. Así es que todo lo que podamos encontrarnos en la tierra debe iluminar nuestra visión interior para percibirlo. Cuando lo creado no nos manifiesta al creador, sino que nos detiene en ello mismo, sean cosas o personas, se transforma en ídolo que atrapa nuestros sentidos y aprisiona nuestro interior hasta quedarnos encarcelados por lo caduco e intranscendente.
El amor carnal, como en los días de Claret, es una de las idolatrías esclavizantes, cuyos tentáculos se alargan hoy incluso entre sacerdotes y religiosos; hay tristes historias recientes. El amor al dinero es otro ídolo incontrolable que hace que incluso las más sublimes relaciones humanas se conviertan en frío comercio. Cuanto más confinado y aprisionado está el espíritu humano, tanto más experimenta en su interior el hambre de transcendencia y liberación. Hoy se perciben muchas señales de esto.
El desprendimiento es el mantra que uno debería seguir en lo que se refiere a las cosas creadas, ya sólo Dios se merece nuestra adhesión incondicional. Y sólo así tendremos algo que decir al mundo de hoy. La gente espera hoy de los creyentes una auténtica experiencia de Dios, y, si no la encuentra en ellos, la buscan en otra parte.
Sacerdotes, religiosos y laicos debemos ser personas de oración, experimentadas en los caminos de Dios, con nuestro pensar y vivir centrado en Él. Tú y yo hemos heredado una rica espiritualidad de contemplación en la acción. ¿La cultivamos?