HÁGASE TU VOLUNTAD
Claret se sabe misionero, enviado. Esto lo tendrá siempre presente. Y enviado significa que no actúa por cuenta propia, que se le ha confiado un encargo. Por eso para Claret es fundamental estar atento a la voluntad de Dios. Quiere imitar a Jesús, entregado a las cosas del Padre es su vida oculta y en su actividad pública; ese Jesús cuya actitud quedó condensada en un versículo evangélico que Claret se apropió muy especialmente: “¿No sabíais que debo estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). Inquietud permanente de Claret, en su oración y reflexión, fue siempre dar con el querer de Dios, por encima de otros proyectos o intereses.
Me pasó en un momento clave. Iba a dar un paso decisivo y necesitaba una consigna que me encaminara en fidelidad para el resto de mis días. Me pidieron que trasmitiera esa consigna. Le di bastantes vueltas, busqué frases bíblicas que al respecto conocía, pero ninguna me satisfacía. Finalmente encontré la que sentí que cubría mis expectativas: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Heb 10,7). Esta consigna me mantiene disponible en los momentos de desánimo, de tentación de acomodarme. De joven es fácil volcarse en el activismo. Pero la vida trae cansancios y decepciones. Y también tendencia al protagonismo, que fácilmente nos convierte en “criados entrometidos”: trabajos viciados por la búsqueda del éxito, comparación con otros, etc.
Aquella consigna, convertida en oración y discernimiento, me ha empujado más allá y guiado a más entrega. Me ha librado de cansancios precoces y jubilaciones prematuras. Y he aprendido que hacer la voluntad de Dios es una gracia. Por eso ahora rezo así: “Aquí estoy, Señor, dame la gracia de hacer tu voluntad” (cf. Sal 119, 29).
¿Qué tipo de hijo de Dios te parece que estás siendo: entrometido u obediente? ¿Buscas en la oración la gracia de dar con la voluntad de Dios y entusiasmarte por ella?