ESPIRITUALIDAD SACRAMENTAL
Los sacramentos realizan una presencia privilegiada de Jesús acompañando a su Iglesia. Cada sacramento es un encuentro personal con Él. Es él quien ha tomado la iniciativa, ofreciéndonos -desde el nacimiento hasta la muerte- un sacramento para cada momento clave de nuestra vida de creyentes. En el bautismo nos acoge como hijos de Dios, su Padre, y nos hace hermanos suyos. La eucaristía es el alimento espiritual que nos fortalece para seguir creciendo y luchando. En la reconciliación nos muestra su corazón compasivo para que nuestras debilidades no nos hagan perder el ánimo. La confirmación acentúa la presencia del Espíritu en nosotros. El matrimonio y la ordenación sacerdotal nos dan un especial impulso para emprender un determinado género de vida y nos sostienen en el mismo. En el sacramento de la unción experimentamos la presencia sanadora de Jesús en nuestra debilidad física.
Claret vive los sacramentos no como ritos vacíos ni mágicos, sino como una relación íntima y honda con Cristo. “¡Con qué fervor, con que devoción y amor!” (Aut 38 y 40), exclama él al recordar su experiencia eucarística de la infancia. Su habitual encuentro con el Señor en la Eucaristía es “inefablemente tangible”: “Delante del Santísimo Sacramento siento una fe tan viva, que no lo puedo explicar. Casi se me hace sensible, y estoy continuamente besando sus llagas y quedo, finalmente, abrazado con él. Siempre tengo que separarme y arrancarme con violencia de su divina presencia cuando llega la hora” (Aut 767). Esta relación íntima con Jesús- Eucaristía (Aut 695) se fue profundizando a lo largo su vida, hasta llegar a la “gracia grande” (Aut 694) y sentirse llamado a luchar contra todos los poderes hostiles a Dios.
¿Cómo vives tú los sacramentos? ¿Son en ti una mera “buena costumbre” o suponen una permanente profundización en tu vida de fe y caridad comprometidas?