ORAR ES INTIMAR
Mostrando una vez más su buen saber pedagógico, Claret presenta la oración como la mediación necesaria para quienes quieren lograr una serie de objetivos bien deseables para un discípulo de Cristo. Su formulación, hecha en lenguaje del siglo XIX, puede sonar extraña, pero su contenido es muy actual y fácil de entender.
La oración ayuda a superar tribulaciones y tentaciones, a combatir las malas costumbres, a adquirir virtudes y a extirpar vicios, a vivir con alegría los momentos complicados, a progresar en el camino del Espíritu, a mantener con constancia el propósito de responder y servir al Señor… La oración es uno de los medios privilegiados que el Espíritu utiliza para actualizar su presencia en nosotros. Bautizados y ungidos por los sacramentos de iniciación, a través de la oración el Padre reaviva en nosotros su gracia, fortalece nuestro ánimo y nos adiestra para combatir el mal.
Claret usa una expresión muy bella: nos conviene ser ‘hombres y mujeres de oración’. Vivimos en culturas que privilegian lo instantáneo, lo fulminante, lo vertiginoso. Pero algunas de las realidades más valiosas de la vida (el amor, la belleza, el perdón, la bondad, el servicio, la gratuidad…) requieren tiempo y crecen y florecen en procesos lentos, no exentos de dificultades, en los que la constancia juega un gran papel. No se trata de tener brillantes momentos puntuales de oración, sino de convertirnos en personas que se distinguen por orar con frecuencia y con constancia. Una vez más Claret nos muestra el buen camino.
¿Eres ‘orante’ o sólo ‘rezador’? ¿Vives conscientemente la presencia del Espíritu en ti, tu condición de colaborador de su obra? ¿Has ido cogiendo gusto por ‘las cosas celestiales’?