LA FE, EXPERIENCIA GRATIFICANTE
Casi habría que comenzar preguntando si conoces qué es una exposición del Santísimo Sacramento. El pan de la eucaristía, decimos los cristianos, es sacramento del amor de Jesús que se deja coger, tomar… que se deja comer. Es un símbolo que nos recuerda, entre otras cosas, que somos alimentados para seguir viviendo, amando, trabajando. “No podemos caminar con hambre bajo el sol”, decía una cántico religioso de hace algunos años. No podemos andar la jornada de cada día sin el pan; necesitamos de ese alimento. Por eso decimos “danos hoy nuestro pan de cada día”.
Ni más ni menos. Solamente el pan que necesitamos para la travesía de cada día. El pan es el símbolo del alimento. Y adorar, contemplar, venerar ese pan que es Jesús y que Jesús nos reparte es agradecer su amor que se hace algo tan sencillo y profundo como pan, pan de todos, pan nuestro, pan de cada día. Si de una persona buena decimos, por ejemplo, que “es tan buena como un pedazo de pan”, ¿qué no podremos decir de Jesús, el hombre bueno que paso haciendo el bien? Es el mejor bocado de pan que nos podemos llevar a la boca. Ese pan simboliza y resume su persona, su vida, su obra, sus palabras… las de aquél que amó hasta el final, las de aquél que pasó por este mundo haciendo el bien, las de aquél que vivió para y por los demás, las de aquel que dio de comer a los hambrientos de pan, de perdón, de esperanza, en una palabra, de vida.
El Santísimo Sacramento es una presencia tan callada y discreta como continua y permanente. Es el sacramento, el símbolo de una presencia tan misteriosa como real, de una compañía tan amiga como cercana y próxima. Una presencia gratuita para ser contemplada, adorada y agradecida, porque un amor así, de este calibre, no puede ser menos que contemplado, dorado, agradecido. Dándonos su Vida para que nosotros vivamos. Amándonos para que nosotros amemos a su medida. ¿Qué te alimenta por dentro el sentido de tu vida, tu amor, tu esperanza, tu fe?