UNA PASIÓN INCONTENIBLE
Cuando el visitante del templo claretiano de Vic se asoma hacia la cripta en que se aloja el sepulcro de Claret, encuentra inmediatamente esta inscripción: “Enamórense ustedes de Jesucristo y de las almas y lo comprenderán todo, y harán mucho más que yo”.
Esa frase no se encuentran en los escritos de Claret, pero la tradición que se la asigna parece suficientemente contrastada y fiable. La pronunció probablemente en Barcelona, en septiembre de 1860. Acompañaba a los reyes en su viaje de regreso de Baleares, y los días que éstos se tomaron para descansar o visitar la ciudad, Claret los dedicó a la predicación con tal intensidad que llamó la atención de un grupo de universitarios; éstos tuvieron la curiosidad de seguirle durante alguna jornada y tomar nota de su increíble actividad apostólica: algún día más de diez predicaciones. Uno de ellos se atrevió a decirle algunas palabras de admiración, y la respuesta de Claret se limitó a la llamada al enamoramiento que acabamos de recordar.
En la carta sobre la que hoy reflexionamos (¡escrita un 20 de agosto!), Claret dice más cosas: que la gran tentación que tiene es huir de Madrid, que apenas come, que a veces “se escapa de ir a la mesa de S. M. para tener más tiempo para predicar”, pues esta es “mi comida más sabrosa”. 30 años antes, al ingresar como novicio jesuita, había escrito acerca de su afición a “exhortar al pueblo”: “en estos ejercicios soy infatigable”.
Claret se dejó la piel en su actividad evangelizadora; sus predicaciones son sencillamente incontables. Pero él tuvo una suerte con que el misionero actual no cuenta: “la disposición de la gente, el hambre de la divina palaba”. Hoy en muchos ambientes predomina la indiferencia o la insensibilidad, cuando no la abierta oposición. ¿Qué haría hoy Claret para llegar a las masas alejadas? Por entonces ya tuvo su inventiva: que los laicos se introdujesen, con su testimonio creyente, en ambientes no accesibles al sacerdote. Pidámosle que nos ilumine e inspire métodos y caminos…