PAZ EN EL TRABAJO COTIDIANO
El P. Claret admite la posibilidad de un vínculo entre trabajo y paz interior haciendo hincapié en el motivo por el cual se trabaja. Entre trabajo y paz interior no hay incompatibilidad, sino complementariedad. Reconociendo la importancia del silencio y retiro para la paz interior, sabe muy bien que el trabajo no tiene por qué impedirla. Particularmente el trabajo realizado en actitud de obediencia nunca dañará la sensibilidad espiritual de quien lo realiza. La obediencia es fruto del amor (cf. Jn 15,14); es la forma más auténtica de expresarlo. Claret afirma que “el hacer y el sufrir son las grandes pruebas del amor” (Aut 424). Esta experiencia se vive ya en el ámbito familiar, dónde los padres trabajan por el bien de sus hijos sencillamente porque los aman; su propia vocación de padres los lleva a aceptar los sufrimientos que el trabajo pueda llevar consigo; ¡lo que cuenta es la motivación! El trabajo obligado, que no responde a una vocación sino a mera necesidad,puede originar tensión interior no ser fuente de paz. Ni que decir tiene que ese no fue el caso de Claret; él estaba enamorado de lo que hacía. Estaba en los suyo. Por eso se dice de él que fue un “contemplativo en la acción”, o, como lo formuló certeramente el Papa Pío XII al canonizarle, Claret andaba “siempre en la presencia de Dios aun en medio de su prodigiosa actividad exterior».Nuestro trabajo, vivido desde la vocación cristiana a transformar el mundo o desde las necesidades evangelizadoras de la iglesia, debe dejarnos paz interior; si no es así, debemos cuestionarnos nuestra misma comprensión del trabajo y del descanso. Y es preciso huir del trabajo viciado, el activismo que es traducción de la huida de uno mismo y de Dios, evitando el silencio y paz en que puede hacer oír su voz.¿Cómo vivo mi condición de trabajador? ¿Manifiesto en ella mi vocación de padre o madre de la familia, y de miembro de la familia de Jesús?