ALABANZA DE LA TRINIDAD
El Padre Claret, en su espiritualidad, no se anda por las ramas. No se dedica a comentar apariciones privadas ni revelaciones peregrinas. Toda su devoción arranca de la raíz de nuestra fe cristiana: el gran misterio y realidad de la Santísima Trinidad. Por consiguiente, también sus prácticas oracionales tuvieron ese carácter de radicalidad. Es llamativa su devoción al trisagio (=”tres veces santo”), oración que él vivió e inculcó incesantemente en su tarea pastoral, y sobre la que publicó algunos folletos; en ellos se interesa por su origen e historia, pero sobre todo analiza la riqueza de su contenido teológico-espiritual.
El texto manuscrito que comentamos es una plegaria tan sencilla como luminosa y profunda. Es “el gloria” recreado y sintetizado, que podemos rezar cada día, si la aprendemos de memoria o la escribimos en un papel, que podemos tener a la vista. En ella se glorifica al Padre como creador de todo lo que existe. Se da gloria al Hijo, que nos redimió del pecado y de la muerte. Y se da gloria al Espíritu Santo, que es “paráclito”, es decir, consolador, porque el Espíritu de Dios el amor de Dios, dulce y suave, que tiene como misión renovar y santificar a los creyentes, hasta llevarlos a la plena configuración con el Señor glorioso en la bienaventuranza eterna.
Ojalá esta fe trinitaria que profesamos nos lleve a dignificar nuestra oración y nos ayude a acercarnos un poco más al Dios que nos ama con pasión; a ese Dios uno y trino al que rezamos también con la sencillez de la oración del gloria, que solemos repetir con el Padre nuestro y el Ave María: “Gloria al Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén”.