EN LA INTERIOR BODEGA…
¿Cuáles son los ideales de gran parte de nuestra sociedad: de hombres y mujeres, y sobre todo de jóvenes? Se suelen contabilizar tres: salud, dinero y placer. La rueda que con frecuencia da vueltas y revueltas es la del egoísmo. Buscar no lo bueno, verdadero o bello, sino lo que inmediatamente halaga a los sentidos, lo que provoca el bienestar físico, aunque tras de sí deje remordimiento y malestar. Por desgracia, hay personas y grupos que se saltan a la torera todo tipo de moral (natural y sobrenatural); gente que avasalla, que miente para medrar, que se aprovecha del débil, que aplasta a los otros para asegurarse estar en la cresta…
No es ese el camino de la conciencia cristiana, ni el que realmente conduce a la felicidad. La dirección correcta es precisamente la contraria. La trilogía del creyente honesto y cabal es: salud espiritual, pobreza evangélica, amor gratuito a Dios y al hermano.
Si, en lugar de la embriaguez del disfrute irracional y pasajero, eliges el camino de la abnegación y de la cruz, llegarás, colmado de gozo, al banquete de la carne y de su sangre Jesús Eucaristía, “que nos eleva hasta el manantial de la vida divina”, te dice Claret.
Si eres un cristiano convencido, practicante y fiel, quizás te falte aún el complemento del “fervor” (=hervor), de la llama o de la brasa, que puede hacerte arder en caridad y abrasar por donde pases. Busca ese fuego divino, que te enciende en nuevo ardor, en la comunión frecuente y en el arrimo al Señor de la gloria ante el sagrario, en una comunión íntima con Aquel que “vino a traer fuego a la tierra” (Lc 12,49), nos ama y se sirve de sus amigos para continuar su misión redentora y santificadora en este mundo.