UN FUNDADOR CON ESTILO
Aniversario de la Fundación de la Congregación C. M. F.
El Evangelio rompe los esquemas de la lógica humana: “si alguien quiere ser el mayor sea vuestro servidor” (Mc 9, 34), “quien quiera ser el primero sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 10, 43), etc. Sólo quien ha convertido el evangelio en carne de su carne y hueso de sus huesos encuentra connaturales tales comportamientos.
El párrafo que nos ocupa lo refiere Claret a los sacerdotes que con él fundaron, tal día como hoy, la Congregación de Misioneros. Y algo parecido escribirá sobre sus colaboradores en Cuba: “Todos fueron de conducta intachable… de muy buen genio y solidísima virtud…Yo en todos ellos tenía que aprender, pues me daban ejemplo de todas las virtudes, singularmente de humildad, obediencia, fervor y deseos de estar siempre trabajando” (Aut 606-607).
Suele decirse que “nadie es héroe para su ayuda de cámara”; el trato prolongado nos desmitifica a las personas, percibimos sus defectos y manías, etc. Pero esto no sirve para el caso de los ojos de un santo, que tiene mirada evangélica. Uno de los cofundadores de los claretianos cayó enfermo pocas semana después de la fundación, y Claret se quedó en casa con él, como enfermero, mientras los compañeros iban marchando a diversos ministerios. A sus colaboradores de Cuba, cada año, al final de los ejercicios espirituales realizados en común, Claret les besaba los pies (Aut 611).
La mirada evangélica ve en positivo y capta la verdad profunda de lo que ve. Claret veía a sus compañeros como hijos de Dios luchadores por la causa del Evangelio, ante los cuales no podía sino “quitarse el sombrero”.
¿Cómo vemos nosotros al hermano? ¿Queremos servirle o que nos sirva? ¿Subrayamos, ante todo, su encanto como hijo de Dios, o nos ciega quizá una insignificante limitación física, psicológica o espiritual?