HUMILDAD EVANGÉLICA
Este tipo de pensamiento puede mantenernos sin grandes esfuerzos en la necesaria humildad. Sufrimos un gran engaño cuando nos subimos a la tarima para mirar hacia abajo a los demás, creyéndonos las alabanzas o reconocimientos que nos tributan, sin pasarlos por la criba de la humildad. Es sabio y prudente acertar a valorar cuánto pesamos en la balanza de la opinión social, pero es insensato creer todo lo que nos dicen cuando nos ensalzan. ¡Tantas veces se cumple el viejo refrán: “No por ti sino por el pan, mueve la cola el can”!El papa Pio XII, con ocasión de su canonización (el 7 de mayo de 1950), afirmó de San Antonio María Claret: “Pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra”. En efecto, Claret fue elevado a una posición diríamos “social” que muchos eclesiásticos considerarían como un privilegio: junto a los grandes de la tierra, en proximidad a los Reyes de la nación, con enorme influencia en el nombramiento de obispos, gestionando grandes instituciones (v. gr. El Escorial). Pero él no lo veía así. No lo buscó; lo rehuyó. Reiteradas veces intentó sacudirse de encima tan pesada carga…Él era consciente de no ser sino un instrumento en manos de Dios. Empleaba la imagen del “burrico”, evocando la entrada de Jesús en Jerusalén, aclamado triunfalmente cuando se aproximaba su humillación más estrepitosa: su muerte en cruz. Claret, con frecuencia aclamado por las multitudes, con frecuencia también calumniado y perseguido, mantenía un espíritu humilde y ecuánime. Las alabanzas las atribuía a Jesús, al que portaba en todo su actuar misionero. Las fuertes contrariedades las asumía con paciente talante, identificado con Cristo.¿Tú buscas protagonismo o más bien eres instrumento de Dios mediante las actividades que realizas, y a través de tus relaciones con la gente, en la familia, etc?