GLORIARSE EN LA CRUZ DE CRISTO
A partir del año 1859, estando Claret en Madrid, se desató una tormenta de persecuciones contra él. Poco después, Claret comenzó a orientar su imitación de Cristo hacia el sufrimiento por amor y en unión del que padeció por él: “todo lo que me dé pena lo sufriré por amor de Jesús y en unión de lo que él sufrió por mí” (Propósitos de 1861, en AEC p. 695). Esa es la razón por la que escribe en la Definición del Misionero: “se goza en la privaciones, se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos” (Aut 494). Son expresiones que algunos no acaban de comprender, pero que tienen coma clave de explicación el proceso de configuración con Cristo paciente que Claret estaba viviendo, justo en esta etapa madrileña de confesor real. Pocos conocen su librito Consuelo de un alma calumniada (puede verse en EE pp. 219-236), donde se encuentran también las claves de compresión de ese proceso.
Escribe en la Autobiografía: Contemplaba a Jesucristo, y veía cuán lejos estaba aún de sufrir lo que Jesucristo sufrió por mí, y así me tranquilizaba. En este mismo año he escrito el librito titulado ‘Consuelo de un alma calumniada (Aut 798). Se trata de una ficción literaria en la que se le ve reflejado y en la que dedica dos capítulos a centrar la atención en las persecuciones y calumnias que sufrió Jesús y en las palabras consoladoras que dejó dichas.
Nosotros podríamos también hacer este ejercicio de purificación. Ir leyendo los pasos en que el sufrimiento es el protagonista de la vida de Jesús y compararlos con los nuestros. Aprender a sufrir es una de las asignaturas pendientes del cristiano. Claret eligió el camino de mirar el sufrimiento de Jesús. Nosotros podríamos elegir el mismo. Posiblemente muchos de los malos momentos de nuestra vida los superaríamos, y esos momentos se podrían convertir en una gran fuente de consuelo.