SÓLO EL ESPÍRITU VIVIFICA
Para Claret es el espíritu el que nos mantiene en pie. Es decir, es el espíritu el que nos permite estar erguidos ante las dificultades y los retos. Y es en las cosas pequeñas donde se prueba la consistencia de este espíritu.
Ha habido muchos intentos de reformas dentro de la vida cristiana y religiosa, pero sólo han cuajado las que han venido precedidas de una gran escucha del Espíritu. Y nunca hay que olvidar que “reformar” es recuperar la forma perdida. Se dice ‘estar en forma’, ‘recuperar la forma’; eso es obra de un espíritu que sabe escuchar al Espíritu. Normalmente lo que hace el Espíritu es reblandecer el corazón del hombre para ganar en sensibilidad.
El Concilio Vaticano II invitó a todas las órdenes y congregaciones religiosas a volver al espíritu del Fundador o Fundadora. No se trata de volver a aquella época, ni a las costumbres y modelos de entonces, sino al ‘espíritu’. Y esto no es fácil. Por eso Claret decía: “es más fácil fundar de nuevo que reformar”. Toda reforma verdadera exige estudio y discernimiento. Con el estudio se puede superar el empobrecimiento de ideas que el Espíritu nos ofrece a través de aquellos que investigan la realidad en su evolución histórica y de pensamiento. Con el discernimiento ponemos en manos de otros nuestras mociones, para ayudarnos a evitar que demos soluciones demasiado fáciles a los nuevos desafíos que van surgiendo, pero que son coyunturales.
El gran obstáculo a la necesaria renovación, nuestra y de nuestro entorno, es la tendencia a la pasividad, que hace que se aborten muchas de las mociones que para ello recibimos del Espíritu. Por eso concluye Claret: “Cuando el hombre es fiel a la vocación y corresponde con una grande fuerza de voluntad, puede muchísimo”.