EJEMPLARIDAD ESTIMULANTE DE LOS SANTOS
Cuando Claret escribe el capítulo XII de su Autobiografía, titulado “De los estímulos que me movían a misionar, que fue el ejemplo de los profetas, de Jesucristo, Apóstoles, Santos Padres y otros santos”, no dibujó los retratos de aquellos, sino el suyo propio. Allí aparecen los rasgos de su espiritualidad y de su vocación misionera.Es curioso comprobar la selección que hace de sus modelos. Pero sobre todo, es sorprendente que cuando elige aquellos con los que más se identifica, los dos últimos no han sido proclamados todavía santos. Uno es Fray José Diego de Cádiz y el otro el Maestro Ávila. Ambos con el título de “misioneros apostólicos”, que él tanto ambicionó.Hoy la devoción a los santos ha decaído. Quizá debido al poco cuidado a la hora de reflejar sus verdaderos valores religiosos, que no son precisamente las obras extraordinarias. Los santos no deben ser objetos de admiración, sino sobre todo de imitación de lo imitable. Su lado humano, a veces el que menos observan los hagiógrafos, puede ser para todos un impulso hacia adelante. ¿Por qué ellos sí y yo no? ¿Cuántos santos han comenzado su camino hacia la santidad contemplando la vida de otros santos?Cuando Claret termina la exposición de ese capítulo de su Autobiografía, rompe en un sinfín de exclamaciones y redacta lo que más tarde se llamaría “la oración apostólica”: “Oh, Dios mío y Padre mío! haced que os conozca y que (os) haga conocer; que os ame y que os haga amar; que os sirva y os haga servir; que os alabe y os haga alabar de todas las criaturas” (Aut 233).Y no podemos olvidar el mundo de la santidad femenina, al que Claret dedica nada menos que teres capítulos de su Autobiografía. Ellas marcan un modelo de santidad con el que tanto hombres como mujeres podemos identificarnos.