LA SEDUCCIÓN DEL MAL
Continúa cantando, aunque sin el éxito de otros tiempos. Tampoco su vida parece haber seguido mucho los principios de justicia e igualdad que otrora defendía a voces, pero ahí está su canción: “¡déjame en paz, que no me quiero salvar, que en el infierno no estoy tan mal!”. Sus palabras sonaban – y suenan – fuertes.¿Qué diría hoy Claret, si ya en su tiempo le escandalizaba la ignorancia en materia religiosa. Una ignorancia en la que – como él insinúa – hay mucha irresponsabilidad y deliberación. Pero también es verdad, y el Concilio Vaticano II lo recordó expresa y solemnemente, que esa ignorancia y ese desapego tienen que ver a menudo con la incoherencia y el mal ejemplo de los bautizados.La evolución de muchas sociedades ha ido permitiendo que cada uno pueda elegir con quién hacer el camino de la vida. Llegamos a la conclusión de que hay compañías que nos sobran. Otras, sin embargo, nos atraen intensamente. Recordamos a menudo que Jesús nos invitó a ser sencillos como las palomas, pero olvidamos tal vez que nos exhortó también a cultivar la astucia de las serpientes. Una frase dicha por Claret en el siglo XIX suena muy actual en el XXI: “el sacerdote que trabaja sin mansedumbre sirve al diablo y no a Jesucristo. (…) No pocas veces el mal genio o la ira o falta de mansedumbre se encubren con la máscara del celo” (Aut 376). Alguien vino a decir después: “la letra con sangre entra, pero no del que aprende sino del que enseña”.Ahí queda eso. Ayudemos a la gente a ser responsable de sus actos, a asumir las consecuencias de decir sí o no a la Palabra de Dios y a las cruces de sus hermanos; pero aguantemos también nuestra vela: para con Dios, corazón de hijo; para con nosotros mismos, corazón de juez; para con el prójimo, corazón de madre.¿Qué reacción provoca en ti la opción de tantas personas por la increencia, el desinterés por lo religioso? ¿Qué ofreces a quienes no comparten nuestra fe?