ANIMACIÓN DE LOS PASTORES
Puede ser que algunos no estén familiarizados con las palabras de este testimonio que Claret nos ofrece en su Autobiografía. Los “ejercicios” son unas jornadas de silencio, reflexión y oración que algunas personas realizan periódicamente; suponen una dedicación intensiva a revisar y programar la propia espiritualidad. Son ocasiones excepcionales para examinar las propias actitudes, escuchar con el corazón y dejarle que hable, para recuperar aquella paz de espíritu que con el ajetreo de cada día puede deteriorarse, y que sólo ella hace posible vivir y trabajar con sentido y esperanza.
El silencio es un elemento necesario en la vida de todas las personas. No se puede “escuchar” sin crear un espacio interior de silencio que permita que las palabras resuenen en la mente y el corazón de quien escucha. Y menos se puede escuchar la voz de Dios si no es en el silencio. Así nos lo han enseñado los grandes maestros en todas las culturas y tradiciones religiosas.
Vivimos en un mundo que huye del silencio. Múltiples sonidos, palabras y rumores bombardean nuestros oídos y nuestras mentes cada día. Le cuesta al hombre de hoy crear aquellos espacios de silencio que le permitirían escuchar la voz de su propio corazón y captar el sentido de las palabras que los otros le dirigen.
Es difícil escuchar la palabra que el Espíritu de Dios susurra al oído cuando el volumen de mil altavoces a nuestro alrededor está al máximo. El P. Claret fue muy fiel en la práctica de los ejercicios espirituales, esos 10 días de silencio y oración que programaba cada año. Invitó a todos a practicarlos y publicó varios libros que pudieran ayudar a ello.
Todos necesario crear espacios de silencio en la propia vida. Es para poder escuchar mejor y mejor a las llamadas. Con él la vida cotidiana adquiere densidad y profundidad. La voz de los demás y la de Dios, en estos espacios de silencio, permitirán que disfrutemos de una soledad habitada, de un amor hecho presencia.