DESCLAVEMOS A JESÚS
El Padre Claret habla en este texto del primer efecto del sacramento de la reconciliación: desclavar a Jesús. Este nos arranca de una vida al margen de Él. El regreso del hijo pródigo causó una fiesta (cf. Lc 15, 32), pues la conversión de un solo pecador alegra a dios más que la fidelidad de noventa y nueve justos (Lc 15,7). La vocación de Leví es seguida de un gozoso banquete (cf. Lc 5,29). La entrada de Jesús en casa de Zaqueo, celebrada también con un banquete, cambia el corazón de Zaqueo, que ahora se propone rectificar su conducta errada (cf. Lc 19,1-10). La renovación del corazón es lo que Jesús esperaría de quienes contemplan sus milagros (Corazaín, Betsaida… [Mt 11, 20s]), renovación que alegra el corazón del mismo Dios.
En la espiritualidad de Claret juegan un papel relevante el dolor de Dios por el pecado, el “Dios injuriado” (Aut 16), y el Hijo maltratado y crucificado por el pecador (Aut 17). El trabajo de Claret por la conversión de todos (cf. Aut 233) es también por “alegrar” el corazón de Dios.
El sacramento del perdón restaura la relación del hombre con Dios. El penitente acepta su pecado, reconoce su menosprecio del amor de Dios y se sitúa de nuevo en el radio de acción de su ternura. En este sacramento se “celebra” la generosa misericordia del Padre y la compasión de Jesús. Y esta experiencia conduce, de la forma más natural, a un nuevo género de vida, a un compromiso de amor. Si no se llega a esto, se habrá “cumplido” con un “rito”, pero no se habrá experimentado la “restauración” personal. Debe ser, por tanto, algo muy distinto de la mera presentación de una minuciosa lista de pecados; supone un paso firme en el compromiso de la luchar por la realización del plan de Dios, tanto a nivel personal como social e incluso cósmico.
¿Somos conscientes del daño que nos hacemos al emprender caminos opuestos al plan de Dios? ¿Cómo vives el sacramento de la reconciliación? ¿Es una experiencia de crecimiento en tu opción evangélica? ¿alguna vez te lo ha devaluado la rutina?