DESVIVIRSE POR LOS OTROS
“Obras son amores y no buenas razones”. Las felicitaciones que unos a otros nos deseamos son frecuentemente buenas palabras, suenan bien pero no resuelven los problemas. ¿De qué me aprovecha que a mi vecino le haya tocado la lotería, cuando yo sigo tan pobre como siempre? De poco nos serviría que Jesús hubiera resucitado a Lázaro si la muerte fuera mi final. Pero Jesús resucita a Lázaro y hace tantos milagros para indicar que su poder salvador alcanza a todo hombre. Nadie queda marginado del amor de Jesús. Él, como hijo de Dios, tiene poder, da su gracia para convertir nuestro corazón, y para recibir su salvación. La gracia de Dios no deja de tocar el corazón de cada hombre.Como discípulos de Jesús, nosotros no podemos negar nuestra ayuda, por pobre que sea, a quien la necesite; pero no podemos obligar a aceptarla, como tampoco obliga Jesús a nadie a creer en él, a aceptar su amor y su oferta de salvación. ¡Tantas veces nos sentimos impotentes para ayudar al prójimo a resolver su problema, a que cambie de actitud, a que no se cierre a la luz del Evangelio! Si verdaderamente queremos el bien de las personas, sólo nos queda un recurso: la oración, pedir a Dios nuestro Señor que su gracia toque el corazón de aquellos por quienes rogamos, conscientes de que él va a respetar su libertad, pero seguros también de que el Espíritu Santo tiene mil caminos, mil formas para romper el hielo del corazón humano, y abrirle a la gracia de Dios.¿Crees en el poder de la oración? ¿Qué pides para aquel por quien rezas: la luz del Espíritu Santo y la conversión, la fidelidad a la voluntad de Dios, fuerza para superar la prueba? ¿O rezas sólo para obtener beneficios materiales o satisfacer tus intereses?