BUSCAR LA VOLUNTAD DE DIOS
Ya sabes lo que María significó en la vida de Claret. Fue Ella quien le formó, como a Jesús, en la fragua de su corazón. Claret mira a María y de ella aprende la humildad. Un corazón que ama a Dios sobresale en la humildad, le es connatural. María, la humilde, es toda de Dios y fragua en su corazón a Jesús, el “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). También San Pablo invitaba a aspirar al mejor de los dones, al amor; y puntualizaba que el amor no es envidioso ni orgulloso (cf. 1Co 12,31; 13,4).
Es característica del amigo, de quien ama, estar pendiente de la voluntad del amado; conociéndola podrá complacerle. Pero ¿cómo conocer la voluntad del amado? ¿Cómo saber qué quiere Dios? Claret nos indica tres caminos, tres actitudes certeras:
*La obediencia. Comienza por la escucha y desemboca en el seguimiento. La escucha se realiza principalmente en la oración. El actuar según el querer de Dios es la prueba de haber orado. María, la orante, exclama: “Que se cumpla en mí tu palabra” (Lc 1, 38).
*La necesidad. Seguramente Claret la entiende como carencia de lo preciso para vivir. El que ama a Dios busca su voluntad, se alimenta de ella (cf. Jn 4,34). Y experimenta gozoso, como Santa Teresa, que “Quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta”.
*La caridad. Es la que apremiaba a Pablo, y luego a Claret, la que los empujaba a la misión, a hacer la voluntad del Padre y enseñar a otros a hacerla. El que ama conoce a Dios y sintoniza con su voluntad, porque Dios es amor (cf. 1Jn 4, 7-8). Para Claret un hijo del Corazón de María, empezando por Jesús que vino a hacer la voluntad del Padre, arde en caridad, abrasa, enciende a todos en el fuego del divino amor (cf. Aut 494).
¿Escucho la Palabra hasta hacerla vida, hasta hacerme discípulo? ¿Qué necesidades siento como vitales? ¿Dónde las sacio? ¿Ardo en caridad hasta abrasar y encender a otros?